Las olas van y vienen; rompen suavemente y casi olvido el porqué. Llego al faro, me doy la vuelta buscándote, pero no logro distinguirte entre la niebla. No veo tus huellas ni las mías pero no le doy importancia y sigo caminando. Miro hacia el faro, tratando de recordar exactamente por qué quise volver aquí. Hay ciertas cosas que no se pueden borrar. ¿Qué fue exactamente lo que pasó aquel día?
Llegamos temprano; dijiste que el mejor momento para estar en la playa era cuando aún estuviera desierta y tenías razón. La marea estaba baja y la mañana tranquila. Todo esto era nuevo para los dos. Tú, preparando café para la chica que creías se convertiría en tu esposa. Yo, extendiendo una manta para el hombre que por fin me hacía sentir segura. Solo habían pasado unos meses, pero cada instante contigo se sentía como una vida entera; como si en algún momento nos hubiéramos tenido que separar, haber tenido que vivir varias vidas, y por fin nos hubiéramos podido reencontrar en esta.
Nos remangamos los pantalones por encima de los tobillos y caminamos hasta la orilla para sentir el agua fría y la arena bajo los pies. Te dije que el agua estaba helada —definitivamente demasiado fría para sumergirse por completo. Te reíste y me tomaste de la mano. Tú también estabas congelado. Corrimos de vuelta hacia la manta, tomamos café y nos sentamos muy juntos para entrar en calor.
Me sentía libre y hermosa.
Hermosa porque tú me lo dijiste, pero también porque me sentía parte del hermoso paisaje frente a mí; porque era partícipe de un momento hermoso. Miramos hacia el horizonte mientras las olas rompían en un ritmo dulce, en una danza idílica. Pasaron las horas y nos contamos historias, confesamos nuestros secretos y compartimos nuestros deseos más profundos.
Rodamos por la arena sin importar que nuestros teléfonos estuvieran medio enterrados y completamente olvidados. No nos dimos cuenta que ese día no llegó ni una sola persona más a la playa. Teníamos las olas, el faro —y nos teníamos el uno al otro. Era más que suficiente. Tampoco notamos cuando las nubes empezaron ponerse de color gris y a cubrir el cielo. El día se oscureció temprano. La marea comenzó a subir.
Decidí correr hacia el rompeolas y trepar por las enormes rocas. Quería sentir las gotas de agua salada salpicar suavemente mis mejillas.
No estoy segura si intentaste detenerme. Estaba demasiado eufórica, y me sentía valiente, libre y hermosa.
Me viste secarme el agua de los ojos y sonreír.
Me viste lanzarte un beso.
Me viste resbalar y golpearme la cabeza con una roca.
Creo haberte visto correr, meterte en el agua helada con todo y ropa, y nadar hacia mí.
Destellos.
El cielo nublado.
Las rocas.
Tus ojos.
El faro.
La espuma del mar oscura, rojiza.
El olor a agua salada.
El todo desvaneciéndose.
Creo recordar reir mientras caminaba hacia el faro, extendiéndote la mano para que caminaras a mi lado.
No sé si ese fue mi último recuerdo o mi último deseo mientras mi vida se desvanecía entre tus brazos. Mientras tú intentabas retenerme… sin poder hacerlo.
Bello relato pero un poco desconcertante por que al principio pensaba que la relatora estaba sonando y no, estaba era, muriendo , y aunque triste por ese hecho me lleva a pensar los minutos siguientes a la muerte. Sinembargo me quedo con la descripcion del lugar y el sentimiento de los amantes. Gratificante.
Me gusto mucho pero el final no me lo esperaba, me dejó muy triste…. 💔